Sunday, August 25, 2019

El juego de la Nada








Vuelvo atrás muchos años para recordar y contar esta experiencia que ha tenido gran impacto en mi vida. Cuando tenía apenas unos 9 u 11 años, unos niños con los que jugaba en el pueblo de mi abuela y yo nos inventamos un juego que implicaba ponerse de cuclillas y empezar a respirar, sin parar, rápidamente, y a la vez muy hondo, sin pausa alguna entre la inspiración y la expiración, no recuerdo del todo sí por la nariz o por la boca. Después de unos 2 minutos de respiración y de retener unos instantes el aire adentro, teníamos que ponernos de pie, y dejarnos caer en uno de nosotros. Quien sujetaba tenía que colocar las palmas de las manos en el centro del pecho del otro, y, ejerciendo cierta presión, levantarnos lo más alto que pudiese, sostenernos un poco, y luego suavemente colocarnos en el suelo (un poquito irresponsable me resulta ahora, ya que desconocíamos las implicaciones de todo esto, pues nos parecía estar simplemente jugando).

Lo que parecía que intentábamos obtener era un desmayo. Cierto es que todos los que participaban solo se desmayaban, no recordaban absolutamente nada, y no experimentaron absolutamente nada semejante a lo que yo. Después de retener la respiración, levantarme y rendirme en los brazos de la persona que me había puesto las manos en el centro del pecho, y me había levantado y sostenido unos instantes, y luego suavemente me había dejado sobre la hierba, empecé a perder el conocimiento, o, mejor dicho, a conectarme con una consciencia que ahora puedo entender como superior.

A pesar de mi tierna edad, empecé a darme cuenta de aquello y a preguntarme cosas profundas: ¿es real este pueblo de mi abuela y todo lo que entiendo como real? Y estuve sintiendo con todo mi ser: ¿adónde me estoy marchando ahora?, ¿qué es realmente importante?, ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿qué es el Universo o Dios?, ¿existe todo esto?; y, si no existe, ¿quién es el creador de todo lo que estoy pensando y sobre lo que estoy reflexionando? Una ola de preguntas rápidas me emergía mientras me iba más y más adentro, hacía un espacio que no sabía si conocía o no; y, a medida que me alejaba, todas las emociones parecían fundirse, y a la vez también los pensamientos, hasta quedarme como un puntito de consciencia en un espacio infinito; parecía que mi mente estaba suspendida en el infinito, y no sentía nada y no había pensamiento, había “nada”. Fue lo más abstracto y a la vez profundo que experimenté durante mucho tiempo.

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